Hoy les planteo una pregunta a la que hace rato doy vueltas sin encontrarle una buena respuesta: ¿Por qué el país no se hunde a pesar de que la gran mayoría de las personas piensan que va por un mal rumbo?
En otras palabras, ¿por qué, si pensamos que Costa Rica se jodió, la predicción no se convierte en realidad? Por más que la machaco, no doy con la tecla.
Una primera explicación diría que nuestras percepciones colectivas son tan pesimistas que distorsionan la visión, que las cosas están mucho mejor de lo que creemos.
Es verdad que el país no anda bien: progresa lento o anda estancado; su sistema político está paralizado y las bases de su estabilidad están debilitadas. Y, como tenemos memoria colectiva sobre una época de rápido desarrollo entre 1950 y 1980, tenemos la sensación de que el país perdió fuelle. Sin embargo, no estamos al borde del abismo y hay un cliché del tremendismo que carga las tintas.
Una segunda explicación diría que aunque no estemos tan mal, nos comemos el futuro debido al mal rumbo que lleva el país. Debido a nuestra capacidad de previsión, anticipamos las consecuencias de andar en malos pasos. Algo de razón tiene esta tesis, pues es cierto que estamos entrabados, los problemas no resueltos se acumulan y la desigualdad crece.
Sin embargo, ¿será cierto que estamos yendo al matadero? En los últimos veinte años hubo muchos cambios interesantes que a veces no apreciamos. Solo cierren los ojos y recuerden el país que teníamos entonces: otra cosa.
Quizá sea una cuestión de expectativas frustradas. La mayoría de la ciudadanía desea y espera un país mucho mejor del que tenemos y le invade el desaliento al ver una realidad llena de problemas resolubles, pero año con año estos siguen sin atenderse. Al desalentarse, juzga todo severamente y hasta los logros se valoran insuficientes. No obstante, lo cierto es que en campos tan diversos como el desarrollo musical o la industria de tecnologías digitales, entre otros, se están haciendo cosas muy interesantes en el país.
Descartemos que el “Costa Rica se jodió” esté del todo mal pues, ¿cómo puede equivocarse tanto tanta gente durante tanto tiempo? Tampoco es, empero, una tesis verdadera, pues deja por fuera cosas importantes de la realidad. ¿Entonces? Ahí es cuando pego con cerca y les planteo esta discusión, pues el asunto se las trae: hay un viejo teorema sociológico que dice que cuando las cosas se definen como reales, son reales en sus consecuencias. Si decimos que estamos mal, terminaremos así. Por eso ese malestar urge entenderlo.
(*) Jorge Vargas Cullel realiza gestión de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.