En la pequeña ciudad de Iguala, al sur de México, un alcalde ordenó a la Policía Municipal detener a 43 estudiantes normalistas y luego entregarlos a sicarios del narco. Después de casi un mes, nadie sabe dónde están, aunque se presume que fueron asesinados. En la búsqueda se toparon con una fosa común de casi 30 cadáveres. Creyeron que eran los estudiantes, pero correspondían a otras personas también asesinadas con impunidad, por lo cual la cifra de muertos y desaparecidos solo en este episodio anda en más de 70.
“México es una inmensa fosa común”, dijo un escritor mexicano. El episodio ha traumatizado a esa sociedad: es la constatación de que la guerra interna entre carteles del narco, y de estos con el Estado nacional, sigue dolorosamente viva, una pesadilla que ha costado cerca de 50.000 víctimas entre muertos y desaparecidos. Lo macabramente novedoso es que esta matanza evidencia una nueva fase en la historia de penetración del crimen organizado en las instituciones de gobierno locales e, incluso, estatales. Ahora se proponen gobernar territorios: ¡Narcos al poder! Los narcocandidatos son capaces de ganar elecciones utilizando las reglas del juego democrático y a los partidos como meros vehículos.
El gobierno de Peña Nieto ha dado pasos importantes de revitalización de su país al promover acuerdos políticos y reformas en energía y educación. Sin embargo, se habló prematuramente del “milagro” que supuestamente había dejado atrás la noche de la violencia. Resulta que ese milagro tenía los pies hundidos en el barro y la sangre de una guerra sucia, donde narcos y autoridades van muchas veces de la mano. Guerra, hay que decir, que ha tenido profundos y desgarradores impactos en Centroamérica, especialmente en Honduras, Guatemala y El Salvador, y cuyos tentáculos también quieren envolvernos, pues aquí hay bases logísticas y operativas de los carteles mexicanos.
En febrero del 2016 tendremos elecciones municipales de medio período en Costa Rica, las primeras en nuestra historia moderna. Varios dicen que la cuestión central será su carácter plebiscitario: ¿castigarán, o no, los electores al partido en el Gobierno? A la luz del caso mexicano, hay otra faceta de estos comicios que merece subrayarse: ¿intentarán los narcos tomar el poder local en algunos municipios? No podemos descartar esa posibilidad, especialmente debido a la extrema debilidad y fragmentación de los partidos. Pienso, en especial, en las municipalidades fronterizas y costeras, zonas en las que operan importantes infraestructuras del narco. Tendremos que efectuar un escrutinio muy cercano sobre estas elecciones para que no se nos cuelen narcocandidatos.