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Habíamos tenido avisos, cierto: un hueco en la pista del aeropuerto, otro en la Circunvalación a San José. Lo que nunca esperamos, en aquellos días del temporal bíblico, fue que un inmenso hoyo se tragara la mitad de la ciudad, desde Escazú hasta el Museo Nacional, pasando por barrio México. Solo se salvó el San Juan de Dios. Oímos un ruidazal, como un bramido que salía del centro de la tierra y, luego, adiós ciudad. ¡Qué hueco, por favor! Al fin, pasó algo en Costa Rica que dio la vuelta al mundo.








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