¿Son “normales” estos tiempos políticos? Por “normal” quiero decir una situación en la que las cosas se mueven y dan resultados dentro de lo predecible. A juzgar por una plétora de analistas políticos, cuya discusión es si Johnny tiene ganada, o no, la elección en primera ronda y cuál será el tamaño de su fracción parlamentaria, uno tendería a decir que sí, que estos son tiempos normales. Que quizá la gente esté más indecisa y decepcionada que antes, pero que en estas elecciones el pescado está vendido hace rato.
Resulta que yo no creo que estos sean tiempos politicos “normales”. Los fundamentos de la situación son muy adversos para los partidos políticos y, en particular, para el oficialismo. Alto descontento ciudadano con el rumbo del país, un Gobierno muy desacreditado, una economía con problemas de generación de empleo y baja confianza ciudadana en las instituciones; además, organizaciones partidarias anémicas, sin plata y con problemas legales. En condiciones “normales”, alguien de la oposición debiera estar ganando por goleada y el partido oficialista debiera estar con el rabo entre las patas. Por ahora, hasta donde sé, eso no está ocurriendo, una importante “anormalidad”.
A estos fundamentos se agrega una coyuntura que hace todavía más complicada la situación. A dos meses de iniciada la campaña, el clima político está bajo cero, un candidato viable renuncia, el favorito (Araya) esconde al partido, a la hora de pedir votos, para no contaminarse con el Gobierno. Los partidos enfrentan un dilema organizativo: en febrero del 2014 solo se elegirán 60 puestos y no los miles que siempre se escogían debido a la simultaneidad (que ya no hay) con las elecciones municipales. ¿Cómo movilizarán a sus maquinarias locales? Para rematar, una alta proporción del electorado tiene simpatías, pero no ha decidido su voto.
Febrero del 2014 es un largo plazo. Muchas cosas pueden suceder, pues –para decirlo elegantemente– veo todo “pegado con mocos”. En vez de estar discutiendo por cuánto va a ganar Araya, mejor entendamos la volatilidad de la situación y no solo de cara a las elecciones, sino más allá. Solo hay una cosa cierta: el próximo Gobierno, quien quiera que sea, se iniciará con un apoyo débil e inestable que se erosionará con facilidad. Si mi descripción de las cosas es razonablemente cierta, la tentación de los débiles será iniciar campañas del miedo con tal de ganar a como sea. No lo hagan: rebotará con saña sobre el próximo Gobierno, que va a necesitar del diálogo y la buena voluntad de muchos para gobernar este avispero, pues deberá tomar decisiones duras que implicarán sacrificios. Con todo, quizá Vargas se equivoca y todo sigue sin novedad en el frente.