Siempre que hago una pausa entre tanta carrera, me impresionan las cosas que uno da por sentado. En el plano individual, por ejemplo, uno da por supuesto la buena salud... hasta que no la tiene. En el plano social, que comento hoy, damos también por supuesto cosas como la seguridad social, nuestra relativa paz y las libertades políticas y económicas. Como “están ahí”, asumimos que siempre estuvieron ahí, que fue fácil obtenerlas o que siempre estarán ahí. Y, entonces, me asalta la pregunta: ¿qué podemos tomar por cierto en esta vida?
La respuesta es que muy poco. Aun en estos tiempos de inicios de una nueva era política, con huelga magisterial incluida, conviene tomar distancia de la coyuntura y meditar sobre esta pregunta. Y es que Costa Rica es, en el concierto mundial, un país de ingresos medios, con notables logros en desarrollo humano y otros, menos notables, en materia ambiental. Sin embargo, parecemos haber caído en la denominada “trampa de la renta media” que afecta a los países que, a pesar de su crecimiento y progreso, nunca logran convertirse en países desarrollados. Quedan como perpetuas, y cada vez más vulnerables, promesas.
En las últimas décadas, nuestro crecimiento económico ha estado basado en la incorporación de más capital y trabajo a la producción. Producimos más porque metemos cada vez más gente e inversión, y no porque seamos más efectivos. El problema es que, en el mundo de hoy, la clave no es la acumulación simple de factores, sino los aumentos generalizados en productividad: lograr producir mucho más con lo mismo o, incluso, con menos. Y en esto cojeamos feo: invertimos poco en investigación y desarrollo, tenemos un ambiente hostil a emprendedores innovadores y una mano de obra mucho menos calificada de lo que necesitamos, entre otras cosas.
Si no cambiamos ese patrón de crecimiento basado en la agregación de población y capital, en las próximas décadas el país entrará en un inevitable declive. El envejecimiento de la población y la ralentización del crecimiento demográfico harán cada vez más difícil sumar más gente a la producción. Y, por el lado del capital, nuestra apuesta casi única por la inversión extranjera directa estará siempre sujeta a variables ajenas al control, como la retirada parcial de Intel nos lo recuerda.
Vuelvo al inicio. Damos por supuesto que, como mínimo, lograremos conservar lo que tenemos. Tengo serias dudas de eso. Veo que la coyuntura nos atrapa y todos andamos en el berreo de pedir más porque nos merecemos más. Si no corregimos el rumbo, en pocos años el desafío principal será no tanto cómo desarrollarnos, sino cómo sostener lo alcanzado. Veo la posición estratégica de Costa Rica amenazada por nuestra indolencia.