Con el suicidio de un escolar, de nueve años, el miércoles pasado, todos hemos muerto un poco...No soportó que su padre, divorciado, se casara de nuevo y se sumergió en el oscuro laberinto de la depresión.
¿Cuántos niños, como él, andarán por esas calles y hasta conviven con nosotros, como si disfrutaran a sus anchas de la vida y no nos damos cuenta de su insondable dolor y abandono? Y ¡cuántos no se quitan la vida, pero los adultos se las arrebatan, por una violación, por la agresión continua, por el asesinato, de ellos o de sus madres! La prensa nacional nos exhibe, casi semanalmente, este repertorio del horror.
"?Por qué sufren los niños?", se preguntaba atormentado Dostoievski. Misterio escalofriante de la vida. Mas lo que importa no es filosofar sobre este recóndito tema, sino esforzarnos en disminuir el dolor de los niños. Esta actitud le da sentido a nuestro paso por este mundo, en espera del día en que, más civilizados y más humanos, el niño sea el objeto y el motivo del desarrollo nacional.
Ese día realizará lo que dice Novalis: "Dondequiera que haya niños, existe una edad de oro". Esta es una hermosa metáfora, pero no es cierta. En muchos países del mundo y en numerosos hogares y en calles y aceras, que son las casas de millones de niños, lo cierto es todo lo contrario. ?Existe una edad de oro para los niños de Rwanda, de Somalia, de Etiopía, de la antigua Yugoslavia, de numerosos recodos urbanos y tugurios de nuestra Patria? O...?de algunas suntuosas mansiones?
Y ?por qué reparar solo en callejuelas, villorrios y conflictos bélicos? ?No se está imponiendo, acaso, en el mundo internacional "la doctrina" de que los niños no tienen siquiera derecho a vivir y a ser amados en el propio vientre materno? ?Qué es el aborto sino el más vil de los asesinatos?
Y ?qué significa la altisonante campaña mundial, solapada y millonaria, por destruir el concepto de familia y de matrimonio, por añejos e inservibles, y erigir, en su lugar, "nuevas" familias? ?No aprobó, acaso, el Parlamento Europeo, cargado de refinada cultura, el "matrimonio" entre homosexuales? Todas estas aberraciones cobran una víctima: los niños.
El niño suicida, nuestro compatriota, lanzó un SOS patético a sus familiares y anunció, desesperado, que "ya no quería vivir". Nadie, sin embargo, como comentaba ayer Sary González, psicóloga clínica, prestó atención -y amor- a su mensaje. Tocó y nadie le abrió. Clamó y nadie lo escuchó. Se suicidó. "Lo esencial es invisible a los ojos", leemos en El Principito. Es que se debe ver y oír con el alma...
Sobre todo, a los niños.