Estamos en una encrucijada económica. Hay noticias buenas y malas oteando el horizonte nacional. En el plano internacional, también hay buenas y malas. El país debe unirse para aprovechar las primeras y combatir las otras.
Ingiramos primero las malas y dejemos las buenas de postrecito. La peor es la situación fiscal y la obsesión oficial por expandir erogaciones sin ningún esfuerzo serio (hasta ahora) por reformar los disparadores del gasto (sueldos, intereses y transferencias). Ni siquiera ha querido recortar el presupuesto, menos querrá emprender otras acciones de fondo para enderezar el rumbo. Si no está dispuesto a liderar una reforma fiscal comprensiva, alguien en la oposición tendrá que izar el pabellón.
Está cayendo la inversión extranjera privada, la producción nacional se ha estancado en menos del 4% real (el IMAE, que calcula mensualmente el BCCR, así lo demuestra) y, en el 2015, se perfila un crecimiento magro, del 3,4% real, insuficiente para disminuir el desempleo, aumentar salarios y combatir la pobreza. La economía internacional tampoco ayudará mucho. Las últimas cifras reveladas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el pasado 30 de setiembre, prevén un crecimiento muy débil en Latinoamérica en el 2015 (2,6%), y –lo peor– es que el FMI, el Banco mundial y el BID estiman que seguiremos sufriendo ese débil crecimiento por varios años.
Pero no se amohínen. También hay buenas noticias. El petróleo y otras fuentes de energía no han subido de precio gracias a la mayor oferta mundial, y la economía de Estados Unidos se recuperó bien en el último trimestre y podrá crecer un 3% en el 2015, según el FMI. Internamente, vemos con satisfacción la reducción del IPC en setiembre (-0,14%), gracias no solo a la templanza en las tarifas eléctricas y la leve baja de los combustibles, sino, esencialmente, a la estabilidad cambiaria y rescate de la política monetaria. Las tasas de interés se han sostenido; la básica pasiva ronda el 7,15% y es positiva en términos reales, con una inflación esperada del 5% anual.
Debemos aprovechar el momentum de las buenas, y enfrentar con valor las otras. ¿Cómo? El BCCR debe mantener la expansión de la liquidez (9,6%) concordante con su meta de inflación (4%) y cumplir su buena promesa de no perder reservas para sostener el tipo de cambio, a pesar de la presión de la banca. De momento, estoy tranquilo. Sin embargo, me inquieta mucho lo fiscal y su impacto en el saldo negativo de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Si no lo resolvemos, cuando suban las tasas de interés en el mundo, y mermen más los capitales externos, podríamos echar por la borda la estabilidad monetaria y cambiaria.
Ese es el reto.