En el caso de las elecciones en Irán nos invade una profunda tristeza al pensar en el sufrimiento de los iraníes bajo el yugo de la autocrática clique de clérigos que domina a ese país.
El actual presidente, Hasán Rohaní, salió victorioso en los comicios presidenciales del sábado con un saldo notable del 57%. Este resultado es un aval para su política exterior, más abierta al mundo, y visible en el acuerdo nuclear con una coalición de naciones occidentales que incluye a Estados Unidos.
En este segundo ejercicio de cuatro años, Rohaní deberá enfrentar el desafío de una economía débil e intervenida por el Estado que motiva reclamos legítimos de la ciudadanía por sus huellas en la escasez de productos de consumo y la elevación de precios para obtenerlos. Esto es apenas un ángulo de la dolencia.
Sin embargo, sería mezquino desconocer los adelantos en el ámbito digital por él logrados y que han derivado en una inédita participación de usuarios, en especial jóvenes estudiantes y profesionales. No obstante, estos puntos a favor del presidente no dan margen para compensar el velorio en los bolsillos. Tampoco deja de pinchar la epidermis del orgullo nacional el desaire sufrido por no haber sido convidado Irán al festín musulmán que armaron los saudíes con Donald Trump y su troupe.
Como trasfondo dominante de esta configuración de dolencias, apuntemos a la presencia omnipotente y temible del supremo ayatola Alí Jamenei. Subrayemos que esta figura sombría más bien cedió en su celo retrógrado para darle vía a Rohaní con los proyectos ya citados, los cuales, a la postre, fueron exitosos. Agreguemos a la lista negativa del perfil persa la constelación de fuerzas paramilitares, entre ellas la Guardia Revolucionaria, que preocupan en el entorno regional y en especial a los aliados occidentales.
Un cable de la agencia AP reprodujo un discurso por la televisión del ayatola Jamenei, pocos días antes de las elecciones, en el cual dijo: “Desde los aparatos (estructuras) de Estados Unidos hasta las potencias regionales aliadas de América, y hasta el patético primer ministro del régimen sionista, miran de cerca la elección y cómo y en qué espíritu votarán los iraníes”.
Recordemos que el superayatola controla la política exterior, pero el presidente posee los medios para generar una opinión global más favorable a través de entendimientos comerciales, no estratégicos, con Occidente. Pero cuidado, Rohaní, de no majarle los dedos al gran jefe.