Eva Mozes Kor y su hermana gemela Miriam llegaron a Auschwitz a los diez años, en 1944. La primera noche en el campo de concentración hallaron los cuerpos de tres niñas tendidos sobre el piso de una letrina. En ese momento, Eva, con una buena dosis de ingenuidad, decidió sobrevivir.
La supervivencia no dependía de ella. Solo la logró, junto a Miriam, por la fortuita condición de gemelas. Sus padres y dos hermanas mayores corrieron otra suerte. Las gemelas los vieron por última vez cuando bajaron de los trenes, en el andén del campo de exterminio. Habían llegado desde Rumanía en vagones para ganado.
Los gemelos idénticos eran el material predilecto de experimentación del médico Josef Mengele, conocido, por su crueldad, como el “Ángel de la Muerte”. Eva y Miriam fueron separadas de los demás judíos para servir de conejillos de Indias. Las inyecciones de sustancias desconocidas provocaban fiebres y, eventualmente, Eva se arrastraba porque no podía caminar.
Las niñas sufrieron nueve meses de hambre e inhumana experimentación hasta el día de su liberación por un cuerpo ucraniano del ejército soviético. Pero la verdadera experiencia liberadora ocurrió cinco décadas más tarde, cuando la extraordinaria mujer, ahora de 83 años, descubrió que entre tantas cosas perdidas le quedaba el poder de perdonar.
En 1995, conoció a un médico nazi que trabajó en Auschwitz mientras ella estaba recluida en el lugar. El hombre dijo no saber mayor cosa de los experimentos de Mengele porque eran secretos, pero admitió haber firmado los certificados de defunción colectivos de las víctimas de las cámaras de gas. Los documentos no contenían nombres, solo el número de fallecidos en cada turno.
Eva nunca había oído hablar de los certificados y de inmediato reconoció su importancia frente a la criminal negación del Holocausto. Pidió al médico viajar con ella a Auschwitz y firmar allí una declaración jurada. El hombre lo hizo y Eva sintió su gratitud comprometida, pero ¿cómo se le dan las gracias a un nazi?
La explicación aparece en la reseña de su última conferencia, publicada por el Miami Herald. Eva lo pensó mucho y hasta visitó una tienda especializada en la venta de tarjetas para toda ocasión. Al final, decidió expresar su agradecimiento mediante una carta de perdón. Ese fue el momento de su liberación definitiva y, vale añadir, de su ascenso a una altura espiritual casi imposible de alcanzar para el común de sus semejantes.
Armando González es director de La Nación.