Columnistas

El discípulo

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Es inevitable. Pasado mañana, Daniel Ortega será elegido por tercera vez consecutiva presidente de Nicaragua. Ganará abrumadoramente, sin real oposición, sin haber hecho campaña y con Rosario Murillo, esposa y suprema hechicera pública, como su vice. Nada ha sido dejado al azar. La maquinaria dictatorial, adueñada del Estado, ha trabajado con precisión y eficacia para culminar un proceso iniciado hace años: la conversión de una sociedad golpeada por la historia en un feudo familiar levantado desde la manipulación y el cinismo.








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