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Destino

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“Abrir el correo” no significaba, en aquel entonces, pulsar en el teclado de una computadora, ni tomar de la papelera aburridas hojas de prosa administrativa depositadas ahí por una secretaria, sino sentarse a rasgar, con ayuda de un abrecartas adornado con el logotipo de una universidad extranjera, los sobres recogidos en la casilla de correos.








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