Cuando los recursos son escasos, la austeridad es imperativa. A menos que a alguien le sobre la plata, que es algo que le sucede a muy pocas personas en el mundo, ser austero debería ser una regla fundamental de vida.
Me refiero a “austero”, según lo define la Real Academia Española: “Severo, rigurosamente ajustado a la normas de la moral”. Es decir, los recursos que cada uno tiene a disposición los debe administrar, ajustado a las normas de la moral. Cada uno está obligado a hacer un uso racional y responsable de los recursos.
Pensemos, por ejemplo, en una persona o empresa que se endeuda para mejorar su estatus actual porque quiere mejorar su calidad de vida o su nivel de producción. Si el uso que hace de los recursos es el adecuado, no debería tener problemas para pagar la deuda en el futuro. Si, al contrario, el uso no se ajusta a las normas de la moral, pues los desperdicia, los desvía hacia lujos innecesarios, o porque busca el disfrute instantáneo y no una mejora de largo plazo, esa persona o empresa tendrá problemas para pagar la deuda en algún momento.
Estaría fallando a las normas de la moral, ya que estaría engañando a quien le presta el dinero, debido a que sus acciones irresponsables comprometen su capacidad de pago. Cuando los acreedores (bancos) se dan cuenta del comportamiento de este tipo de personas o empresas, les dejan de prestar dinero. O les prestan de forma condicionada.
Igual sucede con los Gobiernos. Basta solo ver lo que está sucediendo en Grecia. Por muchos años despilfarraron recursos, no se preocuparon por la eficiencia en su uso y se dedicaron a repartir lujos a muchos grupos de interés. No fueron austeros. Pero, mientras siguieran ingresando subsidios y préstamos de la Unión Europea, no importaba. Cuando la situación se complicó, debieron recurrir a préstamos de emergencia. Estos incluían condicionantes que los obligaban a aplicar la austeridad que nunca habían tenido. Obviamente, esta salida no les gustó a los griegos.
Las negociaciones que se llevan a cabo ahora para buscar una solución a la grave crisis económica son muy complicadas. Los países prestamistas no quieren que Grecia salga libre, sin castigo por sus acciones irresponsables del pasado. Los griegos desean que se les perdone una parte de la deuda, para que el ajuste no sea tan fuerte. En todo caso, ya los griegos perdieron la libertad de decidir su propio futuro. Cualquier salida tiene consecuencias dolorosas. Están pagando por no haber sido austeros en su momento.