Quienes este mes ingresaran a Emergencias del Hospital de Turrialba iban a ser valorados por un emergenciólogo, que conoce cómo tratar a un paciente que sufre un accidente, una crisis cardiaca... Pero ya no. Aunque él firmó un contrato para que la CCSS le financiara la especialidad, aunque se comprometió a servir donde la CCSS lo destinara, ya con título en mano no quiso ir a Turrialba. Desertó por tratarse de un hospital regional, informó la gerente médica de la CCSS, María Eugenia Villalta. Lo mismo ocurrió con un pediatra asignado a Ciudad Neily, un gastroenterólogo, una internista y un materno-fetal que iban para otros hospitales regionales. En total, nueve especialistas incumplieron el contrato.
El problema de ese contrato está en sus cláusulas bonachonas. Es generoso en precisar beneficios, pero no sanciones.
Por eso, el emergenciólogo y los otros ocho graduados solo tendrán que indemnizar a la CCSS con montos que van de ¢3 millones a ¢4 millones, cuando su formación costó ¢80 millones a los trabajadores que financian la seguridad social. Entre los nueve, el costo fue de ¢720 millones, pero retribuirán unos ¢36 millones.
Otra debilidad de ese contrato es la complacencia en años de servicio al país, pues se obliga al graduado a un año de trabajo con la CCSS por cada año de formación, “hasta un máximo de tres años”. Así, aunque la formación dure cinco o seis años, solo hay compromiso para tres. Aquí hay gane-gane para el residente, y pierde-pierde para el paciente.
Si un médico quiere aspirar a especializarse, debe contar con todo el apoyo de la CCSS, pero, si desea aprovecharse de ella, debe comprometerse a pagar multas, como si hubiera firmado con un banco comercial, no a tasas o condiciones de bien social, tipo Caja. De ahí, lo prioritario es que, por última vez, la CCSS, comenzando por su Junta Directiva, aplique un contrato riguroso para evitar graduar a especialistas en burlar el sistema de formación académica.
Toda esta crítica era viendo el vaso medio vacío. Pero, observándolo medio lleno, lo positivo es que de una promoción de 124, un total de 115 especialistas graduados en febrero sí cumplieron el contrato. Su actitud es admirable, pues, aunque les resultaría más beneficioso desertar, servirán donde los enfermos más los necesitan: hospitales regionales. ¡Se les agradece!