Un mes de campaña electoral y la cosa sigue fría como nariz de foca. Lo digo desde el punto de vista de la ciudadanía, por supuesto, porque los partidos, en cambio, han estado muy ocupados: sus candidatos se han presentado a chorrocientos debates, sus equipos procuran armar las estructuras territoriales para la recta final del proceso y casi todas las agrupaciones están por publicar los planes de gobierno.
No ha sido, pues, falta de ganas partidarias lo que hizo que este primer mes se fuera de puntillas, sin ser visto ni oído. Falta de plata puede ser, pues la mayoría de los partidos están como chaqueta de salonero: limpios. En esas condiciones, resulta difícil echar a andar la organización, pues una maquinaria electoral cuesta plata.
El problema de fondo es, repito, que la mayoría de los electores aún no se enganchan en la campaña. Una buena parte no sabe aún si va a sufragar y, entre quienes dicen que sí irán, casi la mitad todavía no escoge por quién votar. Algunos están distraídos con lo del cemento chino; otros, con la telenovela de la Liga Deportiva Alajuelense; y en muchas comunidades la gente está enfocada en reconstruir viviendas, puentes y caminos.
Si las cosas siguen así, esta campaña electoral va a tener un tiempo efectivo muy corto, de mes y pico, desde los tamales de diciembre hasta el primer domingo de febrero. Ahí es cuando la mayoría tomará su decisión.
Los partidos lo saben y por ello guardan su artillería pesada para entonces. Saben que importa muy poco quién va, hoy, de primero o de tercero, quién subió un poquito o descendió un pelo. Estamos en una situación frágil y extrañamente incierta: todo mundo sabe que las cosas cambiarán súbitamente, pero pocos pueden prever cómo.
Hoy, cinco o seis candidatos son viables y, por lo explicado, ninguno quiere asomar mucho la jupa, pues el título de “favorito” es la etiqueta perfecta para ser devorado en enero.
Me decía un amigo que esta rara campaña es lo más parecido a una competencia ciclística: hay fugas tempranas, neutralizadas por el pelotón, quien a su vez administra energías porque la ruta es larga. En una carrera así, la única fuga que cuenta, la del ganador, es la que se cuaja a pocos kilómetros de la meta.
Este impredecible clima electoral no es una buena noticia para el 2018, cuando un nuevo gobierno, elegido con apoyo ciudadano circunstancial, tenga que tomar duras medidas en el frente fiscal.
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