En la dimensión técnica, Pokémon Go es un software para dispositivos móviles con una novedad: sus personajes se vinculan con el entorno físico y exigen que el usuario se mueva en él para que el juego funcione. Es decir, la ficción virtual nos obliga a interactuar con el mundo real; en jerga de la tribu, “una app con realidad aumentada”.
En su dimensión social es mucho más: un virus, fiebre, locura o epidemia que ha inoculado a decenas de millones alrededor del mundo y avanza con meteórica rapidez en Costa Rica, sobre todo entre grupos de jóvenes. Aparte del entusiasmo que lo impulsa, su impacto sonado y masivo ha generado una progresión de reacciones que van desde curiosidad, perplejidad e inquietud, hasta enojo, rechazo y censura. Yo me ubico en la primera mitad de la escala, con cierto sesgo positivo.
Pokémon Go, como tantos productos simbólicos de hoy, surge de la confluencia entre tecnología y mercadotecnia. Al capturar las mentes, cuerpos e interacciones de unos, genera escozor anímico en otros. Pero atrapar no es, necesariamente, enajenar. Puede revelar otras cosas, y tres parecen muy claras:
Primera, muchos jóvenes ticos tienen una notable capacidad de adopción y adaptación: en este caso a un juego; en otros puede ser a mejores métodos de aprendizaje, trabajo, innovación y exploración; también, a costumbres (buenas o malas). Segunda, las claves utilizadas para seducir la atención hacia unos monstruos de bolsillo ( pocket monsters ) pueden activarse en función de objetivos didácticos: es la dimensión tecnolúdica del aprendizaje. Tercera, para dotar a la enseñanza de mayor relevancia personal y social, debemos desarrollar ejes temáticos que despierten el sentido analítico y crítico hacia el universo virtual que nos envuelve y captura. Quizá así no nos secuestre.
Una gran tarea contemporánea consiste en reforzar la autonomía y el discernimiento personal frente a los usos y abusos de la tecnología y el mercadeo, pero también de la demagogia, la intransigencia y la ignorancia. Esto no se logrará lamentando o condenando, sino desmontando y procesando símbolos y conductas. Es la mejor forma de neutralizar posibles efectos negativos y acelerar promisorias oportunidades de los flujos virtuales que nos mueven. La calentura Pokémon Go podría ser un arranque.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).