Aunque yo haya dicho la semana pasada que el discurso del presidente Solís estaba mal dirigido y que una consultora internacional lo tildara de alarmista, no podemos restarle importancia al problema fiscal. La realidad es que hay un gran hueco en las finanzas públicas, y algo hay que hacer para solucionarlo.
Cuanto más tardemos en cerrar la brecha entre los ingresos y los gastos del Gobierno Central, más cerca estaremos de una verdadera crisis: alza generalizada de tasas de interés, tipo de cambio y precios, y, en consecuencia, caída en inversión privada, producción y empleo.
La estrategia de solución del gobierno ha estado centrada en aumentar la recaudación de impuestos. Y en eso tiene el apoyo de la OCDE que, en su evaluación sobre nuestra situación fiscal, recomienda mejorar y aumentar la carga tributaria del país.
El problema de esa estrategia es que si los nuevos recursos se siguen gastando de la misma manera que siempre, la gente no recibirá nada diferente a cambio. Mucha gente se preguntará ¿para qué pagar impuestos? Y, en consecuencia, será muy probable que el gobierno se quede corto en su estimación de aumento de recaudación, y, con ello, se empiece a gestar una nueva crisis fiscal.
La misma OCDE advierte sobre el mal uso de los recursos fiscales. Dice que hay espacio para limitar el gasto, “en particular la masa salarial del sector público, que absorbe alrededor de la mitad de los ingresos públicos, más que en los países de la OCDE”. Agrega que no es un problema de la cantidad de empleados públicos, sino su alta remuneración.
En su informe sobre nuestra educación, además, hace varias advertencias sobre el uso de los recursos para educación. A pesar de tener un nivel de gasto más alto que todos los países de la OCDE, los resultados en los exámenes PISA de nuestros estudiantes están muy por debajo que los demás. Cerca de la mitad de los estudiantes no logran completar la educación media. El país gasta poco en atención a la primera infancia (tres años) y mucho en educación universitaria. Los jóvenes de menores ingresos tienen un bajo acceso a la educación universitaria, por lo que los ricos se ven favorecidos por el subsidio gubernamental a las universidades públicas.
El hueco en las finanzas públicas es real. Pero la solución no puede ser solo meterle más agua a un barril lleno de huecos. Hay que tapar esos huecos, para que la solución sea permanente.