Don Oscar Arias regaña a todos cuantos puede.
Le produce desatino, en particular, el atascamiento en logros del diálogo Figueres-Calderón pero, no se refiere a las razones de ese empantanamiento.
Esto, en particular, surge como elemento llamativo de su lamentación, de la que algunos ni se han dado por aludidos y otros han respondido con florituras. Nada más.
?Por qué, si de la noche a la mañana se le anuncia al país una cruzada de concordia, no se materializa en decisiones fundamentales?
?Qué incide para que hasta ahora el denominado pacto patriótico se estanque en proyectos periféricos y no en los cruciales para llevar a Costa Rica a las puertas del siglo XXI?
?Se percataban los principales protagonistas del arreglo del brioso espacio de maniobra con que contaban, más allá de la finca Arimaca, en las instancias y organizaciones bajo su influencia?
?Discutieron a conciencia las olas que levantarían en lo interno de sus cotos y más allá esas pretensiones conciliadoras, o dieron por descontado irrestricto respaldo?
Interrogantes como estas abundan no solo al calor de manifestaciones, como las de Arias, sino por las evidencias del tímido avance, tras un mes del intento de cohabitación política.
Pareciera que la misma concepción del trato, el secretismo de lo negociado y la marginación de sectores importantes de la sociedad entorpecen la fluidez de un arreglo.
Con buenas intenciones han sido empedrados muchos caminos. No vaya a ser que la asfixiante situación nacional sea otro de estos, tan solo por falta de visión y liderazgo.