El "engaño" de los partidos políticos, que prometen mucho y cumplen si acaso la mitad, es la principal causa del desgano político que invade a los costarricenses.
Ese "engaño" comienza mucho antes de que los miles de electores acudan a las urnas. Arranca cuando políticos y partidos llaman a la organización. Allí, cada elector es pieza importantísima. Se le escucha cuanta inquietud tenga y se le ayuda con cuanta necesidad enfrente. La consigna es clarísima: un voto vale cualquier cosa.
Tras el triunfo, adiós. "Si acaso te conozco". "Si acaso me acuerdo de tus inquietudes". "¡Mirá, mejor volvé otro día porque hoy estoy muy ocupado!". Y así, se va fortaleciendo el "engaño". Se hace más plausible cuando políticos convertidos en gobernantes caen en la cuenta de que resulta imposible aplicar el mensaje populista de la campaña. O cuando evalúan algún asunto y descubren que no lo pueden hacer "a la tica", como lo prometieron en muchas plazas públicas.
Por esto y más es que un 31 por ciento de costarricenses no simpatiza con ningún partido político -contra un 27 por ciento en setiembre y un 14 por ciento en mayo pasados-.
Es por ello que una mayoría -59 por ciento- estima que los partidos Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana podrían desaparecer. Sus modelos parecen estar agotados y los ajustes hacia la democratización no parecen ser del todo contundentes pues las cúpulas no han renunciado del todo al control sobre los puestos de elección popular. Simplemente dieron un barniz, cambiaron algunas reglas y, al final, el modelo sigue teniendo muchos vicios: entre ellos, la elección a dedo.
La encuesta de la firma Unimer -realizada entre 1.248 costarricenses, consultados del 16 al 30 de enero- tiene ese elemento positivo: van en aumento los electores que se dan cuenta de quién engaña a quién.