Protestan los agricultores de Tierra Blanca y del resto de Cartago.
Suspenden sus tareas y van al centro de la provincia a demandar que el Gobierno les cumpla.
Se arremolinan frente a la basílica de la Negrita de los Angeles, en ese simbólico rito propio de nuestras mejores tradiciones.
Pacíficamente aguantan una respuesta y esta les llega: en el vacío.
"La virgencita no está para tafetanes", se les responde oficialmente. En otras palabras: "sálvense como puedan". Esa parece ser, cada vez, la más frecuente reacción del Ejecutivo frente a algunos reclamos sociales. Eso luce poco prudente.
?En qué quedaron los compromisos de rescatar y adecentar esta actividad?.
?No acrecentará esto mayores frustraciones en un sector tan importante como el agropecuario?.
Lo ocurrido en Cartago, que podría extenderse a todo el país, reitera la necesidad de que los políticos sean consecuentes.
Está muy bien que se pongan de acuerdo, que marchen sobre líneas de consenso, para modernizar un anquilosado aparato estatal.
Lo que no es correcto es que en la premura por afrontar tal desafío, marginen apremios de áreas claves en nuestro desarrollo.
Los agricultores, al igual que otros grupos sociales, necesitan algo más que mensajes huecos. Si no son prioridad, que se les diga, y si lo son, entonces que cesen las ambigüedades.