"Evaristo Coronado culmina su carrera futbolística con la figura de la honestidad, la mística, la decencia."
Esta frase forma parte de una sentida carta de despedida y agradecimiento publicada ayer en La Nación por la educadora Julieta Fonseca Peñaranda, en la que destaca la rectitud mostrada desde la niñez por este popular deportista, que mañana se despide definitivamente del futbol.
Entre otros conceptos elogiosos que externala señora Fonseca --quien de seguro contribuyó a moldear la personalidad del jugador saprissista durante sus años escolares--, cobran especial relevancia las palabras honestidad, mística y decencia.
Así, destacados en negrita, por tratarse de atributos que han ido perdiendo su valía en un conglomerado humano cada vez más desapegado de los valores morales en su loca carrera por figurar a toda costa, sin importar los medios. Valores trasnochados para millones de seres en el vacío mundo del "tanto tienes, tanto vales"
Reconforta por eso saber que Evaristo Coronado es el ídolo de miles de niños y jóvenes costarricenses, que sus cualidades personales y profesionales aún llaman al ejemplo, que su partida de las canchas --a las que honró con su hombría y recto proceder-- ha suscitado una espontánea avalancha de muestras de cariño y reconocimiento.
En medio de la vulgaridad cada vez más frecuente en las relaciones interpersonales, en las carreteras, en los propios estadios, en los negocios y en el ejercicio de las funciones privadas y publicas, entre otros quehaceres cotidianos, el equilibrio perfecto de la vida de Coronado --como lo describe su maestra-- devuelve la esperanza y mueve a la reflexión.
Un hombre de bien llamaban antes a las personas así. Y eso es ni más ni menos Evaristo Coronado, un hombre de bien que merece el respeto del país.