El gobierno y la banca hacen esfuerzos para reducir impuestos y ofrecer financiamiento a quienes opten por vehículos más limpios, capaces de aprovechar la electricidad. En el Congreso, existe un proyecto de ley, todavía más ambicioso, para los mismos fines. Las iniciativas se justifican con solo revisar los datos sobre la edad promedio de la flotilla nacional.
Los automóviles costarricenses, en promedio, tienen 16,8 años de antigüedad. Nos movemos en vehículos de 1999, cuando los avances tecnológicos distaban de ofrecer las ventajas de la actualidad. Hay autos capaces de reducir significativamente las emisiones de gases dañinos, pero pocos circulan por nuestras calles.
El transporte causa el 54% de las emisiones de carbono y los autos particulares son responsables del 41%. Eso no exime al resto de la flotilla, que contribuye el 13%, con menor número de vehículos. Los tráileres tienen 24,4 años en promedio y el transporte de materiales peligrosos se hace en camiones de 25,4 años atrás, lo cual despierta temores más allá de la contaminación.
En un país donde los impuestos a la importación de vehículos son tan altos, la reducción del tributo hace mucho para compensar el costo todavía elevado de los híbridos y eléctricos. Si a la ecuación se añaden las atractivas tasas de interés y la reducción del gasto en combustibles fósiles, las nuevas tecnologías se vuelven muy competitivas en el país.
Las iniciativas desplegadas para fomentar el cambio de flotilla incluyen, en algunos casos, la recepción del auto viejo como parte del precio, no para repararlo sino para sacarlo de circulación. Pero la renovación encuentra una resistencia formidable en la importación de autos antiguos. El parque vehicular crece a un ritmo del 6% anual, no porque se le incorporen vehículos nuevos, sino por la importación, en muchos casos, de autos de principios de siglo. A ese paso, las nuevas adquisiciones más bien podrían contribuir al envejecimiento de la flotilla.
El 24% de los vehículos importados en el 2014 superaban los quince años de antigüedad. Fueron fabricados cuando las regulaciones orientadas a contener la contaminación eran mucho más laxas. El tratamiento tributario es tan útil para estimular la compra de vehículos modernos como para limitar la adquisición de modelos antiguos. Esa otra cara del problema no puede ser ignorada. Tiene importantes implicaciones políticas y económicas, pero la preservación del ambiente exige decisiones valientes.