Para escapar de un aguacero, invadimos un café de San Pedro. Éramos uno arquitecto, otro economista, el tercero pintor y propietario de una hato de cabras y los demás intentábamos ocultar nuestros fracasos vocacionales. “Les voy a contar la babosada que soñé anoche”, anunció el arquitecto. Seco de cortesías, alguien lo detuvo: “¿Para qué si es una babosada?”. Del silencio que siguió sacó provecho el criador de cabras para dirigirse al economista: “¿Cómo van tus negocios? De los míos, ya podés imaginarte cómo anda el de cebar cabras”. “La verdad es que la línea en la que yo trabajo anda boyante”, respondió el interpelado. “¿A pesar del gobierno?”, dijo el cabrero, y como habíamos convenido en no referirnos a la más reciente encuesta de opinión y evitar temas políticos, lo obligamos a callar pero la respuesta ya venía de camino: “Bueno, no olvidés que mi línea de trabajo consiste en administrar una garrotera”.
Dado el sesgo que tomaba la conversación, le dijimos al arquitecto que estaba bien, que nos relatara su babosada de sueño. “Ustedes saben que nunca me han interesado las carreras de caballos”, comentó, “pero hace poco visité a un tío que está de espalda mojada en California y me llevó casi a la fuerza a un hipódromo. Yo no aposté, pero él sí lo hizo, casi se arruina y ahí mismo le dio un infarto. Cuando regresé a Costa Rica todavía estaba muy malito, pero ayer me avisaron que ya se recuperó y tal vez fue por eso que me soñé acompañándolo de nuevo a las carreras.
Esta vez decidí apostarle a uno de los caballos anunciados para la cuarta carrera, escogí el que tenía el nombre más atractivo y, cuando me levantaba para ir a hacer la apuesta, no me lo van a creer, anunciaron que la carrera había sido suspendida porque, sin excepción, cada uno de los “rucos” se había roto una pata y se había quedado renco. En medio del escándalo que se armó escuché la voz de un gringo que le echaba la culpa de todo al sabotaje ejecutado por un comando de al-Qaeda y casi me pega cuando le dije que eso era una tontería porque al-Qaeda, la OTAN y Estados Unidos son casi como aliados en la guerra de Siria”.
De nuevo vimos un asomo de peligro y quisimos detener al narrador, pero este, tras prometernos que se ceñiría a las reglas acordadas, continuó: “Lo extraño fue que, poco antes de despertarme, me fijé en la fecha de la lista de carreras y, al descubrir que era la del primer domingo de febrero del 2014, pensé que ese habría sido un pésima día para una carrera de jamelgos cojos”. Lo bueno fue que el arquitecto no reveló el nombre del caballo al que iba a apostarle en sueños.