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Amnesia

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Irak, marzo del 2003. Mientras el fanfarrón dictador Sadam Hussein anuncia que sus fuerzas armadas pelearán la “madre de todas las batallas”, se inicia la invasión del país por parte de una coalición a la que se integran simultáneamente dos grandes potencias militares: una del mundo en vías de desarrollo –Costa Rica– y otra del mundo en vías de inmersión –el reino insular de Tonga–. El pretexto básico para la invasión es la urgencia de despojar al régimen iraquí de unas armas de destrucción masiva cuya existencia nunca será demostrada y, si George W Bush, promotor y superlíder de la coalición, fuera clarividente, sabría cuál será la situación de Irak y su vecindario en setiembre del 2014 y, con mayor fanfarronería, anunciaría que, dentro de 11 años y medio, él será el “padre de todos los desmadres”. Pero Bush no es clarividente, defecto al que se sumará luego el de ser amnésico, a menos que se trate de que entre el 2008 y el 2014 será sometido a una cura de desintoxicación del aroma que emana del cuero curtido en Mesopotamia.








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