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La semana pasada confundimos a algunos lectores al mencionar –quizás sin necesidad– el diluvio universal. Tan solo tratábamos de resaltar el contraste entre la credulidad general con respecto a una alegoría bíblica y la indiferencia que merecen ciertas previsiones científicas que, si bien podrían estar equivocadas –todo en la ciencia está sujeto a esa reserva–, de resultar correctas, podrían alcanzar consecuencias tan catastróficas como las del peor diluvio imaginable.








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