Veo las nubes pasar inusualmente rápidas, empujadas por vientos apurados y febriles, y pienso que el tiempo se nos va entre las manos y que, sin darnos ni cuenta, ya nos adentramos en el 2017. Bueno, lo de pensar es un decir, pues, como siempre me dijo una querida amiga: “pensar, lo que se llama pensar, pensaba Einstein. Lo tuyo es otra cosa”. Pues bien, lo que sea.
El 2017 será el año de la política, como le dicen en Costa Rica a la campaña electoral. Otra vez. No hace nada y, al mismo tiempo, hace ya una eternidad, estábamos por vivir el “Contráteme” de Johnny Araya, “Con Costa Rica no se juega” y las Rutas de la Alegría de Luis Guillermo Solís y el “Unamos las manos” de Otto Guevara. Me pregunto cuáles serán esta vez los eslóganes y jingles de campaña. ¿Habrá posibilidad de algo novedoso por variar?
Sí que la hay. Mientras deliberan las estrategias de campaña, aquí les va una idea ganadora. La doy gratis, pues todavía me envuelven los buenos deseos de año nuevo. Imagínense al candidato inundando las redes sociales, postes de alumbrado público, árboles a la vera del camino y vallas publicitarias con la siguiente fórmula: “Yo soy usted”. Perdonen la inmodestia, pero ¡qué golpe maestro!
Se trata de una recomendación buena desde todo punto de vista. En primer lugar, nadie hablará mal del candidato porque a todos nos disgusta hablar mal de nosotros mismos. En segundo lugar, transmite la máxima cercanía a los deseos y aspiraciones de la ciudadanía; más, imposible. En tercer lugar, no es ideológico, sino camaleónicamente flexible: “¿No quiere impuestos? No se preocupe, porque soy usted”. “¿Quiere impuestos? No sude, porque también soy usted”. “¿No tiene partido? Yo tampoco”. Finalmente, y muy en boga con los populismos de la época, afirma que solo él y nadie más es usted, una afirmación cierta por definición, pues no puede haber otro “yo” que sea también usted. Un imposible total.
Así estoy un 5 de enero, empezando a tomar digestivos a la espera de la campaña electoral que nos diseñarán los creativos y asesores políticos. Quiero ver si, como la vez pasada, pasarán otra vez sin hablar de asuntos fiscales como si no tuviésemos un problemón ahí. Al igual que los tradicionales toros de fin de año, aguardo las promesas, hechas con cara de bravo, para acabar con la corrupción, la pobreza y la desigualdad y las superideas para asegurar el empleo y la felicidad para todos.
Por dicha que somos de los buenos y que la política en nuestra democracia está sana y robusta como nunca.