Diversas bancadas de la Asamblea Legislativa, con la salvedad del Frente Amplio y el Partido Acción Ciudadana (PAC), acordaron en noviembre unir esfuerzos para tramitar la urgente reforma al reglamento del Congreso, una normativa anquilosada y obsoleta, a cuya sombra es difícil legislar.
Pero el PAC, o cuando menos un sector del él, tiene una propuesta propia, promovida con ahínco por la diputada Jeannette Ruiz. La posibilidad de llegar a un acuerdo es, entonces, aún mayor. Si la coalición forjada en noviembre atrajera a una parte o a la totalidad del PAC, la suma de fuerzas sería formidable.
Conviene, pues, analizar el proyecto de Ruiz. El planteamiento tiene méritos, en algunos casos superiores a los del proyecto respaldado por el resto de las fracciones. Ambas iniciativas coinciden en la necesidad de limitar el uso de la palabra y la oportunidad de plantear mociones, pero la diputada añade otros elementos cuyo valor fue reconocido, en su momento, por Liberación Nacional y amplios sectores de la opinión pública.
A diferencia del planteamiento formulado en noviembre, el proyecto de Ruiz contempla la fijación de plazos para votar los proyectos de ley. Habría seis meses para el trámite en las comisiones legislativas y un año para votar en el plenario. La discusión de otros asuntos capaces de entrabar el Congreso, como la concesión de permisos de ingreso a naves extranjeras y el nombramiento de altos cargos del Estado, también quedaría regulada en provecho de la agilidad.
Si el propósito de los partidos comprometidos con el acuerdo de noviembre es incrementar la celeridad del proceso legislativo, y el proyecto de Ruiz ofrece mayores ventajas en esa misma dirección, no debería haber obstáculos para conseguir un acuerdo más amplio.
El impasse creado por la segunda ronda electoral es también propicio, como ventana de oportunidad, para promover la reforma. No sabemos quién gobernará y ninguna de las dos fuerzas todavía en liza debe renunciar a la remoción del formidable obstáculo reglamentario. Si alguna de las dos lo hace, denotaría falta de confianza en sus posibilidades de alzarse con el triunfo o poca sinceridad en sus ímpetus reformadores. No tiene sentido disputar el poder para no ejercerlo o renunciar, en la práctica, a las transformaciones ofrecidas en los programas de gobierno.
Liberación Nacional y Acción Ciudadana tienen ahora la oportunidad de ser consecuentes con lo que vienen predicando, en el caso del primero como un todo y, en el del segundo, como manifestación constante de un amplio sector. También tienen la oportunidad de ser consecuentes con lo ofrecido para un futuro gobierno.