El catolicismo es hoy, más que nunca, un signo de contradicción, pues choca en forma directa y tajante con los valores, estilo de vida y creencias del mundo moderno. Y si en otros países impera la persecución abierta en su contra, no menos peligroso es el vacío actual, el materialismo y la ausencia del sentido de humanidad prevaleciente.
Uno de los temas favoritos del papa Francisco en estos meses de pontificado y, sobre todo, en su reciente viaje a Brasil, fue, por un lado, la pujanza católica en África y Asia, y, por el otro, su declinación en Europa particularmente y en diversos países de América. Se habla ahora de la recristianización de las naciones otrora baluartes del catolicismo. Nuestros peores enemigos han dicho los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y con mayor énfasis, en estos días, el papa Francisco, se encuentran dentro de la Iglesia. Su peligro no consiste en la agresión, sino en la indiferencia.
Las grandes cuestiones de estos tiempos contra la religión no versan sobre teología propiamente, sino acerca del hombre mismo, la dignidad y la existencia humana. Se trata de un problema radical. De las raíces mismas del ser humano.
¿Qué hacer si, además de estos problemas radicales, de orden humano, un obispo, un educador, un padre de familia, en fin, toda persona encargada de dirigir o formar personas debe hacerles frente a cuestiones tan complejas y prioritarias como la falta de valores, la familia y la juventud? Estos son los grandes temas que ha enunciado y con los cuales se ha comprometido el nuevo arzobispo de San José. De ellos deberá darles cuenta a Dios y al pueblo de Costa Rica.
Este compromiso, sin embargo, no se circunscribe solo a la Iglesia católica, sino a todo el país, pues a todos importa, sin excepción, la educación de la juventud, la defensa de los valores y la familia, cualesquiera sean sus creencias. Estas son cuestiones de primer orden, enraizadas en la sociedad y en la conciencia de cada persona, cuyo menosprecio o cumplimiento determina el rumbo general de la nación.
Juventud, valores, familia. Desde tiempos inmemoriales, se habla de estos temas. El problema hoy es que se ha perdido su sentido real y no sabemos adónde vamos. Necesitamos, pues, buenos obispos.
Obispo significa el que ve desde arriba…
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