La Junta Directiva del Banco Central se ha tardado en ajustar su tasa de política monetaria (TPM). Mientras otros países del área, como México, subieron las suyas ante acontecimientos adversos en lo interno y externo de sus economías, Costa Rica no.
En la sesión N.° 03-2017, del pasado 28 de marzo, la Directiva decidió sostener su TPM en un 1,75%. Me extrañó, pues antes había actuado con visión y antelación. En juego está la buena labor y excelentes resultados logrados en estos dos años; daría lástima echarlos a perder. Lo digo con animus amicus.
Cuando la inflación era 0% (enero, 2016), la TPM era 1,75%; cuando la interanual subió a 1,09% (febrero, 2017), la TPM seguía siendo 1,75%; si se anualiza la inflación acumulada en los dos primeros meses (0,97%), llegaría al 6%; la tasa básica pasiva se estancó cerca del 4,5% desde noviembre del 2016 (sería positiva en términos reales con base en la inflación interanual, pero no con la inflación esperada, que es la relevante para el inversionista); la Fed ha subido dos veces sus tasas de interés (y van al alza), pero aquí la TPM está sentada en sus posaderas.
Por otra parte, la prima para escoger ahorrar entre dos monedas –dólares o colones– se extinguió, si se juntan las expectativas de devaluación (digamos 4%) y las tasas en dólares (2%). De ahí que los ahorrantes prefieran acumular dólares que colones, sobre todo porque algunos se adhieren al añejo estilo de las “minis” para calcular la devaluación esperada. Eso aumenta innecesariamente la demanda de dólares y presiona el tipo de cambio. Si a ese coctelito tóxico se le suma el cierre de la brecha del producto, es hora de revisar la política monetaria.
¿Cómo? Hay que empezar a subir las tasas en colones y dejar que el tipo de cambio se ajuste más rápidamente (lo peor es emular las “minis”, como pretenden algunos) para no presionar más de lo necesario las tasas de interés. Se estimularía el ahorro en colones, bajaría la demanda de dólares (alborotada innecesariamente por razones financieras ajenas a los “fundamentales”), se quebrarían las expectativas cambiarias y de inflación, bajaría el desequilibrio en la balanza de pagos, se revertiría la pérdida de reservas y la inflación –objetivo fundamental– no llegaría al horrible límite superior de la meta (4% es un 4 en la nota de conducta). Olivier debe convencer a la Junta de hacer las reformas para que todos salgan por la puerta grande.