Señoras y señores, ajústense los cinturones y, por favor, mantengan la calma: hemos entrado en zona de turbulencias.
En Liberación, los vientos cruzados de las precandidaturas ya comenzaron a desatar remolinos. ¿Se volverán tormentas? Antonio Álvarez, uno de sus aspirantes, dejó temporalmente la presidencia legislativa y atribuyó su decisión al pedido de cuatro diputados del PAC. La justificación, inverosímil en alguien tan curtido, traerá consecuencias reales: el libertario José Alberto Alfaro, cacique de porteadores y alérgico a cualquier chiflón tributario, será quien presida la Asamblea en tiempos clave para la reforma fiscal. Su aliado, Otto Guevara, anuncia la virtual parálisis del plenario.
La separación entre un sector del PAC, el Frente Amplio y el Ejecutivo sobre el proyecto de empleo público parece insalvable. Para la oposición, en cambio, aprobarlo es requisito de cualquier avance hacia mayor recaudación. Al panorama se añadió otra nube tormentosa: el chantaje de la alianza sindical Bussco, que anuncia huelgas en salud y educación si el proyecto no se retira de la corriente legislativa. ¿Pretenderán, como años atrás, legislar desde las calles y sin representación electoral? Y para complicar el horizonte psicopolítico, a partir del 21 el puente sobre el río Virilla en dirección Alajuela-San José estará cerrado 45 días, una medida indispensable, pero también irritante.
Si Zapote no sopla con fuerza para neutralizar los frentes huracanados contrapuestos e impulsar una vigorosa corriente estratégica, el período de sesiones extraordinarias será tan agitado como inútil; quizá lo mismo ocurra con la reforma fiscal.
Superar la tormenta en ciernes y, ojalá, llegar a mejores destinos, es responsabilidad central del Ejecutivo, pero también toca a los demás actores políticos, así como a los operadores mediáticos y líderes de opinión. Son ellos los que, en buena medida, manejan la torre de control que orienta (o enreda) a protagonistas y ciudadanos. Si enajenan sus enmarcados a las estrechas ópticas de las precampañas, si desde sus relatos y discursos no promueven el debate razonado, y si confunden el juicio crítico con la emoción desinformada o cómplice, atizarán la turbulencia. Lo que se impone es ayudar a los perplejos pilotos para, al menos, evitar un aterrizaje de emergencia.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).