El 2016 se ha caracterizado por grandes sorpresas, el brexit, el referéndum de Colombia y la elección de Donald Trump presidente de los Estados Unidos.
El partido republicano no solo ha asegurado su llegada a la Casa Blanca, también obtuvo el control de ambas Cámaras del Congreso. Con el control del Senado, el poder de nominar y ratificar al noveno integrante de la Corte Suprema de Justicia asegurará en los tres poderes de la República un vuelco hacia una línea ideológicamente conservadora.
Claro que primero estará la urgente labor de reconciliación de Trump con su partido, o del partido con Trump, ante su contundente triunfo. No será una labor fácil, por una parte, por los acérrimas críticas de Trump a muchos de sus copartidarios y, por la otra, por la separación o reniegue de algunos ante las controversiales posiciones del candidato. Espera una ardua labor de ambulancia por delante.
En el mundo, la elección de Trump ha desatado las alarmas, teniendo como primer indicador los cierres a la baja de las bolsas asiáticas y europeas a pocas horas del resultado. El peso mexicano fue quizás la más elocuente víctima.
Una bien planeada estrategia en estados claves, la explotación del sentimiento antipolítica y el deseo de cambio, aunado a un discurso simple y populista, endulzaron a un electorado descontento con el rumbo del país y con una recuperación económica de grandes desigualdades.
Fue una noche con un ganador y muchos perdedores: la más obvia lo es Hillary, pero más seria y triste es la oportunidad perdida para las mujeres de llevar a la primera mujer a la presidencia. Está también Obama, quien fue incapaz de traducir su popularidad en la continuidad de los demócratas. Esto sin descartar que hubo un voto protesta a su administración. Por último, están las encuestas.
Hoy, la mayor incógnita es cuál será la agenda de Trump una vez en el ejercicio del poder, su capacidad de armar equipos con experiencia, su disposición de escucha y su apertura a desistir de muchas de sus controversiales y divisivas propuestas de campaña.
Resultan esperanzadores los discursos de concesión de Hillary, el del presidente Obama y del ganador Trump, quienes con sentido de patriotismo y fervor democrático han hecho un claro llamado a la unidad, a facilitar la transición y, en el caso de Trump, en convertirse en el presidente de todos los estadounidenses sin excepción. Esperamos así sea.