¿Se acuerdan de la trocha fronteriza, pomposamente denominada “1856”, en recuerdo de la gesta histórica que afirmó la independencia nacional contra los filibusteros? Hablo de aquel camino que, siguiendo el trazo de la frontera norte, permitiría la presencia institucional del Estado costarricense y habilitaría un extenso territorio hoy relegado de la vida económica y social del país. Me refiero, pues, a un proyecto estratégico para la seguridad nacional y el desarrollo regional, según dijeron las autoridades cinco años atrás.
Señoras y señores, paso por la pena de comunicarles una mala noticia: la trocha fronteriza ha muerto; “pateó el balde”. Falleció de “Mopt-itis aguditis”, un síndrome harto frecuente que combina sobrecostos, improvisación, robo de recursos públicos, chanfaina, con escándalo público y procesos judiciales incluidos. Semanas atrás, un gobierno distinto al que inició el proyecto anunció que no continuaría su construcción, aunque luego indicó que el MOPT estudiaría las maneras de ver cómo haría para terminar algunas partes. O sea, échenle tierra (cada vez que ese ministerio dice que estudiará un proyecto, póngale la firma a su acta de defunción).
Miles de millones de colones y un quinquenio después no tenemos trocha, solamente lodazales, puentes derruidos y recursos despilfarrados. Nadie asumió la responsabilidad política sobre el desaguisado, los procesos judiciales marchan al paso de la tortuga y personas involucradas en el desastre siguieron con responsabilidades en el proyecto.
Nadie vio nada, hizo nada ni oyó nada. Solo falta que las personas a cargo de la trocha, hoy imputadas, sean sobreseídas, contrademanden al Estado y el gobierno termine pagándoles daños y perjuicios. La particular galaxia tica: todo se enreda y nunca nadie es responsable de nada. Fue Teté.
Ya que la trocha murió, pido una autopsia. Que, a la manera europea, la Asamblea Legislativa comisione a una persona o institución independiente, con apoyo logístico, recursos y pleno acceso a toda la documentación, para que haga un informe técnico detallado.
El informe contestaría tres preguntas básicas: ¿Cómo fue qué nos pasó esto? ¿Quiénes fueron los responsables? ¿Cómo evitar una cosa así? El punto no sería enjuiciar a nadie (para eso están los tribunales) sino extraer las lecciones aprendidas de esta vergüenza nacional que fue la fallida trocha 1856 y recomendar los cambios necesarios para que, en el futuro, el MOPT no vuelva a pelarse el rabo de esta manera y, en el caso de que se la pele, haya claros responsables.