Comentábamos, la semana pasada, un anacronismo que aparece en la novela Parque Jurásico , de M. Crichton. Sosteníamos que la sangre que dentro de la trama permitió clonar dinosaurios había sido extraída de mosquitos atrapados en un ámbar que aún no existía cuando desaparecieron los “dinos”. Solo que, por puro descuido, no mencionamos que el ámbar de la novela provenía de la República Dominicana: se estima que la formación del ámbar dominicano ocurrió unos 30 millones de años después de extinguido el último dinosaurio. Por eso, con toda razón, un distinguido geólogo de la Universidad de Costa Rica nos hizo ver cortésmente que nuestra crítica era vulnerable, pues en varios lugares del mundo se han observado insectos enteros y fragmentados dentro de muestras de ámbar tanto o más antiguas que los dinosaurios. Pero, para nuestro regocijo, enumeró una serie de otros errores científicos que presenta la novela en cuestión, los cuales –consideramos nosotros– acaban por pulverizarla, aunque eso no nos autoriza a desconocer que las películas inspiradas en ella figuran entre las más exitosas de la historia.
Este tema podría ocupar un espacio dentro del debate que ha tenido lugar recientemente en la prensa nacional entre un historiador y un filólogo, ambos de la UCR, sobre la narrativa contemporánea de ciencia ficción. Debate que gira, hasta donde hemos entendido, en torno a la obligación que tiene –o no tiene– el narrador de ciencia ficción, de someter su inventiva literaria a un marco mínimo de rigor científico. Sin ánimo de intervenir directamente en esa discusión, nos tomaremos la libertad de señalar que, en el caso de Parque Jurásico , esa obligación de un mínimo rigor científico fue tan ignorada por el autor que la novela terminó siendo ridícula.
Conviene destacar, en otro ámbito, que el autor de Parque Jurásico , evidentemente familiarizado con Costa Rica, elogió en su libro la calidad de los servicios médicos ofrecidos por la Caja Costarricense de Seguro Social. Curiosamente, algo similar hizo Cizia Zykë, un mercenario confeso, de nacionalidad francesa, griega o albanesa, en un reportaje en forma de libro sobre sus aventuras en Costa Rica –que incluyen un internamiento en el Hospital Calderón Guardia–, publicado en Francia, bajo el título de Oro , en la década de 1980. Oro , un abominable libelo contra nuestro país, fue un resonante éxito editorial en Europa en 1985. En todo caso, la pregunta que nos hacemos ahora es esta: si Crichton y Zykë hubieran escrito sus libros en el 2014, ¿habrían hecho el elogio de la atención médica de nuestro sistema de seguridad social?