La noticia confundió inicialmente a los lectores. Hace una semana, un equipo de al menos seis terroristas del Estado Islámico (EI) logró introducirse al Parlamento de Irán y el conexo Mausoleo de Jomeini en Teherán. Las cifras de víctimas se suceden en boletines del grupo atacante y las noticias de medios internacionales. Se habla de 17 fallecidos así como números mayores. La realidad algún día la sabremos. Por ahora, el aparato de información de la República islámica compite con datos de agrupaciones contrarias al régimen.
Nos referimos antes a las confusiones creadas entre los lectores, acostumbrados a la denominación del Estado iraní como devoto de las enseñanzas de Jomeini, de las cuales se ha derivado el carácter terrorista del país. Una nación sometida a estructuras estatales autoritarias, regidas mayormente por clérigos fanáticos, no pareciera ser terreno de acceso fácil para quienes promueven la democracia. Asimismo, solemos referirnos a innumerables grupos subversivos del exterior como proiraníes, en reconoci-miento a la amplísima cobija financiera de Irán que abriga a distantes y diversos núcleos dedicados a la destrucción de Occidente.
La lectura de noticias sobre golpes terroristas en la región y hasta en tierras suramericanas, invariablemente apuntan al tinte fanático y destructivo de Irán. La tragedia doble de Buenos Aires, amparada por Cristina Kirchner, es una muestra de cómo la diplomacia iraní está hundida en el terrorismo persa.
No se conoce con exactitud la magnitud ni el carácter de las ayudas que las acciones subversivas en el Cercano Oriente, Europa, América y hasta en África obtienen de Teherán y fuentes afines. Lo que no está en terreno de duda es que Irán suele ser promotor y financiador de tragedias y lágrimas.
Por todas estas razones, las informaciones en torno a las acciones terroristas suelen ser externas a la República islámica iraní. Pero esa regla se rompió con los golpes subversivos en la plena ciudad capital de Irán. Por ahora, lo ocurrido en esa capital el 7 de junio, los ayatolas lo atribuyen a revolucionarios kurdos iraníes.
No obstante, nos parece un expediente para salir del paso. Los kurdos son una minoría perseguida por Teherán. No menos lamentable es que tomará tiempo saber con mayor certidumbre quiénes fraguaron y ejecutaron este atentado histórico. No nos complacemos por la pérdida de vidas humanas, pero sucesos de esta naturaleza conllevan señales ominosas para el régimen totalitario iraní.