Hace cinco años, en el 2009, unos especialistas estadounidenses supervisaron en sala de operaciones del Hospital de Niños a un cirujano cardíaco. Esa vez, salieron sobresaltados.
La técnica para operar no solo era inadecuada, sino que, como luego escribieron, “hasta recibió llamadas telefónicas durante cirugías, una distracción potencialmente peligrosa”.
Lo menos que se podía esperar esa vez era que la Dirección amonestara al médico por atender el teléfono en media operación. Quizás, como hubo poca atención a esa y otras advertencias del informe, ese mismo médico siguió en las suyas. Este año, el 15 de enero, otro reporte indica que, mientras operaba a un bebé que falleció durante el procedimiento, recibió “varias llamadas telefónicas que lo distrajeron de sus obligaciones y concentración quirúrgica”.
Este caso debe abrir ya los ojos a la CCSS sobre el riesgo de los teléfonos en los quirófanos. Estos aparatos son un peligro por su efecto en una mala praxis, sobre todo en una cirugía, donde se exige a los médicos y enfermeras concentración y precisión milimétrica para salvaguardar la vida del paciente.
Hoy, la CCSS podrá decir que hay una “Política para el uso de teléfonos celulares, radios localizadores, radios portátiles y otros en dependencias de la CCSS”, emitida en el año 2005. Pero no sirve para nada.
La prueba está en que, pese a la advertencia contra el médico en el 2009 por parte del grupo de Dallas –especialistas cardíacos de Texas–, el cirujano siguió hablando desde el quirófano.
Desgraciadamente, tuvo que morir un bebé para que volviera a quedar expuesta la tolerancia al uso del teléfono en un área de tanto riesgo, o fuera.
Porque, si son utilizados como si nada en salas donde una persona se debate entre la vida y la muerte, el uso debe ser más común en salones, consultorios y ventanillas en los que se requiere escuchar más al paciente que a quien llama al empleado.
Era para el 2009, o para hace años, que la Gerencia Médica de la CCSS emitiera una orden a los directores de hospital para hacer respetar la dignidad o la vida de los pacientes, sancionando las conversaciones telefónicas durante una cirugía.
La reiterada actitud que observamos en un mismo centro médico, y en un mismo cirujano, dejan ver que la “prohibición” está en el papel, en la rotulación, y que, digan lo que digan, sí hay intocables.