Periódicamente, grupos de jóvenes toman las calles de nuestras ciudades, vistiendo camisetas con leyendas explicativas de sus propósitos: “Un techo para mi país”, “Un rojo por un techo” o, simplemente, “Techo”. Arman una fiesta, con tambores y guitarras, pero trabajan de sol a sol para recolectar los “rojos” destinados a proveer viviendas transitorias y ejecutar planes de desarrollo en las comunidades más necesitadas.
Por algún extraño motivo, la lluvia nunca perdona los días de la colecta. Los jóvenes se empapan y más de un resfrío debe haberse incubado en el curso de la actividad. La ciencia sabe cómo curar el resfrío, pero no hay cura para el egoísmo, así que la pasajera enfermedad es un mal menor. Ahora, el programa decidió dar un paso más allá: ciento cincuenta voluntarios de Techo recorrieron el país para detectar a las comunidades más necesitadas y producir un Catastro Nacional de Asentamientos en Condición de Pobreza. Lo hicieron con el consejo de expertos en ciencias sociales y apego a rigurosos criterios metodológicos.
El entusiasmo juvenil se hace guiar por el conocimiento y, de paso, pone el conocimiento a disposición de todos los interesados, sean de la esfera pública o la privada, sin esperar beneficio alguno a cambio. El resultado es sorprendente y, en algunos casos, les enmienda la plana a los estudios utilizados para tomar decisiones en las entidades públicas del sector social.
Algunas bases de datos, por ejemplo, fueron construidas a partir del criterio de la informalidad como indicador de pobreza, pero existen grandes asentamientos urbanos donde solo persiste la informalidad, no la pobreza. Comunidades maduras, con pleno acceso a los servicios básicos e ingresos muy por encima de la línea de pobreza, todavía adolecen, por ejemplo, de problemas de titulación de la tierra. Eso los hace informales, pero no necesariamente pobres.
El catastro de Techo se construyó, más bien, a partir de la identificación de necesidades insatisfechas. Por eso, el mapa final de la pobreza no coincide a plenitud con los resultados de estudios anteriores. La investigación se preocupa por caracterizar a las comunidades, describir sus condiciones de vida e identificar a sus representantes, a quienes se les invitó a validar aspectos del estudio y se les incorporó a una base de datos de “referentes comunitarios”. La ubicación de todos los asentamientos estudiados quedó, además, georreferenciada.
El catastro le da a Techo, como programa social no gubernamental, una profundidad mayor, pero también se ofrece como una orientación importante para el trabajo de otras instituciones públicas y privadas.