Pues sí, señoras y señores, sucedió lo perfectamente evitable, lo que con un poquito de entenderas pudo haberse hecho de otra manera: la Corte Interamericana de Derechos (Corte-IDH) –que Costa Rica ha reconocido como máxima autoridad vinculante en materia de derechos humanos– ordenó al país poner en práctica de inmediato la fecundación in vitro (FIV).
Durante cuatro años, el sistema político fue incapaz de cumplir una orden de la Corte y ella, cansada del güeveo tico, dijo hasta aquí y punto, y nada de caritas. El reto implícito, por supuesto, es si la desconoceremos y nos pondremos al margen del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. ¡Quién sabe! Si en este mundo loco Donald Trump puede llegar a ser candidato presidencial en Estados Unidos, ¿por qué no una locurita en este pequeño gallinero?
Digo locurita por varias razones. En primer lugar, para Costa Rica es de interés nacional ser un escrupuloso cumplidor (y vigilante) del derecho internacional. Nuestra doctrina de seguridad nacional, como democracia desarmada y sin ejército que somos, depende del cumplimiento de las normas de ese derecho: entre más se observen, más seguros estaremos. Al no cumplir una sentencia de la Corte-IDH, además de mal ejemplo, fuimos irresponsables: ¿Con qué autoridad pediremos a los demás países que cumplan, si nosotros no cumplimos?
En segundo lugar, Costa Rica es un Estado democrático de derecho. Acatamos la ley. En muchas ocasiones, los tribunales emiten fallos con los que no estamos de acuerdo y nos enojan. Sin embargo, la ley es la ley y uno no escoge cuáles va a cumplir y cuáles no: en el momento en que nos arrogamos ese derecho, se jodió la convivencia social. Pero eso precisamente fue lo que hicimos, vulnerar nuestro Estado de derecho interno: ¿O ahora la nueva moda es que cada uno escoja lo que le gusta?
Finalmente, el caso de la FIV es demostrativo de la trabazón del sistema político. Un grupo minoritario de parlamentarios, por razones entendibles, obstruyeron el cumplimiento de la sentencia de la Corte-IDH, las mayorías no supieron o no pudieron actuar y los sucesivos gobiernos dieron más contorsiones que bailarina de cabaret. En este baile, la Sala IV se llevó un varapalo por objetivamente hacer el juego al bloqueo.
¿Resultado? Además de la pelada internacional, quedamos ahora sometidos a lo dispuesto por un decreto ejecutivo sobre la FIV que es, de todas las respuestas posibles, uno que tiene serias limitaciones para el ejercicio de la sentencia. ¿Podíamos haberlo hecho distinto, no?
Jorge Vargas Cullell es gestor de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.