El sábado se conmemoró un aniversario más de la masacre de ocho mil bosnios musulmanes perpetrada en Srebrenica, en julio de 1995, por milicias de serbios ultranacionalistas lideradas por el general Ratko Mladic. La solemne ocasión del sábado fue prevista como un acto de reconciliación entre serbios y la minoría mahometana. Lamentablemente, la actividad rápidamente se transformó en una agitada concentración.
Fue con ese trasfondo de odios recalcitrantes que llegó el actual primer ministro serbio, Aleksandar Vucic, otrora un radical de las bandas de Mladic. Aunque dejó en el pasado su militancia, el primer ministro fue recibido por hostiles grupos musulmanes que lo atacaron con piedras. Temerosos de un desenlace más grave, los encargados de su seguridad personal prontamente lo rescataron y despacharon a la capital. Su partida no despejó la violencia que se prolongó por largas horas. Adiós a la reconciliación, al menos por ahora y quizás por décadas o siglos.
Mucha sangre se derramó durante los tiempos aciagos de la guerra en Bosnia. Perdida en la inmensidad del tiempo, quedó la unidad yugoslava que había impuesto el mariscal Tito. Pero eso fue en el pasado. Se calcula que en el conflicto serbio-bosnio dos millones de ciudadanos fueron desplazados y cien mil perecieron. Para los observadores occidentales, Vucic es hoy un pacifista. En cuanto a Mladic, fue capturado apenas en el 2011.
La matanza en Srebrenica sucedió en julio de 1995 y no fue solo una noche. La brutal acometida tomó varios días. Los cadáveres iban siendo amontonados sin más trámite en la ladera de una colina escogida como cementerio oculto. Alrededor de ocho mil cadáveres de hombres y niños fueron ahí llevados por las milicias de Mladic.
Sería muy sencillo atribuir lo ocurrido a las rivalidades étnicas. Pero lo que sucedió en Srebrenica fue muchísimo más complejo. Lo que los líderes serbios buscaban era exterminar a toda una comunidad cuyos orígenes se remontan al Imperio turco en el siglo XIV.
Lo que los serbios perpetraron en Srebrenica fue la culminación de una campaña de “limpieza étnica” copiada de las liquidaciones masivas de judíos y otras minorías ejecutadas por los nazis antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
Los dirigentes máximos de esa perversa confabulación, Ratko Mladic y Radovan Karadzic, están siendo procesados en La Haya, arrestados en cómodos recintos. En todo caso, su permanencia pareciera infinitamente superior a la que ellos les impusieron a sus pobres víctimas.
(*) Jaime Daremblum es abogado y politólogo, director de estudios latinoamericanos del Hudson Institute en Washington, exembajador de Costa Rica en Washington y Ph.D. de Tufts University, Flectcher School.