Las lágrimas que caían, que se metían por los costados y que surgían desde dentro de la Fuente de la Hispanidad, retratadas en miles de fotos compartidas en las redes con sonrisas pegadas como código de barras, se esparcían por las venas del país en San José, Alajuela, Liberia, Cartago, Turrialba, Pérez Zeledón... en cualquier parte.
Desde Limón, mi hermana me contaba que el Caribe se colapsó, que los cuartos de dinamita estallaron y que la hiel no era suficiente para saciar la sed de un país que “se bajó” todo lo que había para celebrar.
No importó quién estaba al lado, de quién venía el abrazo, si había una roja y un “pura vida” de por medio. El abrazo era efusivo, sincero, contagiante.
El Pura Vida, ese que se escucha en Calcuta y hace voltear la mirada de quien lleva el mismo ADN, pellizcó al mundo, que desde hace una semana se pregunta de dónde salió aquella Selección diminuta de nombres latinos, que juega tan bien a la pelota.
Antes de Brasil éramos nada, menospreciados por propios y extraños, y me incluyo, pero hoy somos líderes de grupo, forjamos nuestro camino y le dimos a entender al resto de la raza que somos más que 51.100 kilómetros cuadrados con bosques lluviosos y playas espectaculares. Desde Inglaterra hasta Uruguay, de España a África, hoy todos saben que el país más feliz del mundo, título con el que no siempre estoy de acuerdo, también juega fútbol, y que aquí, más que la fama, importan la garra, el esfuerzo, la mística y el coraje.
Es cierto que no somos potencia, y que los pergaminos de Brasil, Inglaterra, Argentina, España, Italia o Uruguay, entre otros, se ganan con años, pero también es cierto que en la vida se empieza por algo, y ese algo es el que en esta cita mundialista está sembrando Costa Rica.
Hoy no importa si yo o usted creíamos, o no, en la Selección. Hoy importa reconocer que nos equivocamos, y apoyar a este grupo de “chavalos” que, ataviados con la bandera eterna, la más bella, quisieron, y pudieron, hacer historia.
Que si somos Costa Pobre, que si Mourinho o Maradona nos rebajaron… ¡qué importa!... Si la dignidad es algo que se lleva dentro, ajena a las burlas, ella se defiende solita.
De Costa Rica para el mundo, las lágrimas de la Hispanidad corrieron tras un Gobierno durísimo y una elección presidencial en la que ganó el que no era favorito, el que da esperanzas. Hoy el país cree en su Selección, en su gente, en su mística, en el Pura Vida que pellizcó al mundo.