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¿Quién no vio, años ha, la película Los sueños , del director Akira Kurosawa? No es cuestión de hacer ahora la reseña de una obra estrenada en 1990, pero sí de recordar que dos de sus episodios son de tono apocalíptico y se relacionan con posibles catástrofes nucleares: El monte Fuji en rojo , sobre la fusión de una planta nuclear civil, y El ogro gruñón , una siniestra alegoría del mundo posterior a una devastadora guerra atómica. No sabemos si la filmación se inició después del accidente de Chernobil (1986), pero lo más probable es que ambos sueños –más bien, pesadillas– tuvieran como trasfondo, en la mente del cineasta japonés, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Sea como sea, no debemos olvidar que por entonces el lobby mundial de la industria nuclear sostenía la mítica hipótesis de que, en Europa, EE. UU. y Japón, la seguridad de esa industria era infalible, de modo que lo de Chernobil habría sido tan solo el producto de una típica chambonada estatal soviética.








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