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Profecía

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Como toda regla, la que establece que “la inmortalidad es tan solo vitalicia” deja científicamente de serlo desde el momento en que admite al menos una excepción. De paso por Ginebra, pensé que, si algo debía hacer, era visitar a Jorge Luis Borges, porque quería agradecerle sus centenares de páginas genialmente escritas que nunca me cansaré de releer. Esperaba que el cementerio estuviese situado fuera de la zona comercial de la ciudad, pero cuando me condujeron hasta él descubrí que se encuentra, como el Cementerio General de San José, “a dos pasos” del tráfago urbano. Si bien fue corta, para mi espíritu aquella peregrinación laica no estuvo exenta de emoción ni de motivos para la reflexión, en particular sobre tres temas: la muerte y la eternidad, según fueron tratadas por el genio argentino, y la inmortalidad del mismo Borges según es previsible por el hecho de que es difícil recordar a un solo escritor contemporáneo importante que no haya sucumbido a la tentación de citarlo.








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