Al igual que cuando Jesús recriminó a Pedro, porque dudó ante su orden de que caminara hacia él sobre el mar, el presidente, Luis Guillermo Solís, nos acusa de ser “hombres y mujeres de poca fe”. Don Luis Guillermo no entiende cómo, dadas las buenas cifras que muestra la economía, muchos no crean que en realidad ha habido un cambio.
Las cifras macroeconómicas para este primer trimestre del 2016 parecen darle la razón. La actividad económica crece más rápido, el costo de vida se ha estabilizado (inflación negativa), las tasas de interés bajan, el tipo de cambio está estable y el déficit fiscal muestra una mejoría.
La falta de fe de los costarricenses en estos resultados podría deberse a la percepción de que estos obedecen más a aspectos coyunturales que a cambios estructurales.
La fuerte caída en los precios internacionales de materias primas –principalmente petróleo– ha ayudado muchísimo. La estabilidad de precios –inflación, tasas de interés y tipo de cambio– está íntimamente relacionada con eso. Al pagar menos por combustibles, además, la actividad económica se ve estimulada por el mayor consumo privado. Esto, a su vez, le genera un aumento en recaudación de impuestos al fisco.
En lo estructural, hay pocos cambios. Ha habido alguna mejora en la recaudación de impuestos a los ingresos y utilidades, que puede atribuirse a una mejor fiscalización de parte de Tributación.
Pero los disparadores del gasto público, salarios y pensiones, siguen el mismo patrón de siempre: crecen 4 o 5 puntos porcentuales por encima de la inflación. La inversión en obra pública, tan necesaria para la competitividad, es el rubro sacrificado por el gobierno para mostrar una mejoría en las cifras de déficit fiscal.
Los sectores que más contratan mano de obra poco calificada, como la agricultura, la industria interna y la construcción, crecen poco. De ahí que el desempleo siga siendo alto.
El país se ha vuelto caro para producir, exportar y competir con los productos importados. En parte es porque el tipo de cambio se ha apreciado. Pero, en mayor medida, se debe a que en este país cuesta mucho hacer emprendimientos. La tramitomanía los opaca. El costo energético los mata. El rezago en infraestructura encarece el transporte de personas y de mercancías y produce pérdidas de tiempo significativas.
Hasta que los ticos no veamos un avance sustancial en los temas estructurales de la economía, no podremos tener fe en que la mejora que estamos viendo ahora será sostenible.
Luis Mesalles obtuvo su doctorado y maestría de Economía en The Ohio State University y su bachillerato en Economía en la Universidad de Costa Rica. Actualmente, es socio consultor de Ecoanálisis y gerente de La Yema Dorada. Participa en varias juntas directivas. Anteriormente, fue vicepresidente de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica, presidente de Academia de Centroamérica, profesor en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Stvdium Generale.