Si yo fuera un diputado con sentido de estrategia nacional, no de simple táctica política, el lunes apoyaría a Ottón Solís como presidente de la Asamblea. Lo haría al margen de mi partido (que difícilmente sería el PAC) y por razones múltiples.
La principal es que Ottón ha planteado una agenda de negociación y trabajo de gran relevancia. Toca temas cruciales para agilizar los procesos legislativos, frenar privilegios y mejorar la racionalidad, eficiencia y eficacia del Estado. No coincido con todas sus propuestas, pero la lista permitiría reorientar la labor de los diputados hacia lo más sustantivo y poner a prueba el compromiso y seriedad de ellos y otros actores políticos claves.
Ottón, fundador y figura clave (aunque marginada) del PAC y su fracción, es también el más independiente de los 57 legisladores. Esta dualidad refleja una de las tantas paradojas que lo han acompañado durante una intensa vida pública. Parte de su independencia es producto de la obcecación y la rigidez (lo malo); otra surge de su pensamiento consecuente, valores democráticos y depurado sentido del bien común (lo bueno). Con tales anclajes, difícilmente levantaría sospechas sobre inconfesables fines electorales en este año de campaña y suspicacias acentuadas. Como resultado, podría trascender intereses partidistas. Y aunque no coincido con todas sus propuestas y rasgos actitudinales, sé que al final respetaría las decisiones mayoritarias.
Más aún: si el PAC no solo apoya su aspiración al cargo, sino también –como corresponde–, su agenda, estaríamos ante un cambio esencial de prioridades. El partido debería abandonar su ambivalencia (o rechazo) a las reformas profundas al viciado régimen de empleo público y a la consolidación de instituciones, y volcarse a impulsarlas como parte de las propuestas de Ottón. Esto, a la vez, pondría al Ejecutivo ante el imperativo de definirse. Lo lógico sería que, como su partido, lo hiciera a favor.
Y hay una cuarta razón: Ottón, quien hasta ahora no ha podido (quizá tampoco ha querido) asumir responsabilidades de conducción gubernamental, por primera vez encabezaría un poder de la República. Su ejercicio del cargo sería una escuela para él y, confío, el resto del país.
Por esto no tengo dudas: mi voto sería por Ottón.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación, fue embajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).