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Neocensura

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“Perdóneme la molestia, don Hernán, pero los vagos del Santamaría las volvieron a hacer”. Así llamé varias veces al ministro Hernán Garrón, de la administración Arias. Bien sabía que él no tenía control sobre los agentes cuya infame misión era detener a los universitarios que regresaban al país procedentes de Cuba, o de otras comarcas del “imperio comunista”, para interrogarlos como si fueran delincuentes y requisarles la literatura subversiva, entendida esta como cualquier publicación con un pie de imprenta “sospechoso”. Los pobres diablos estaban ahí, me imagino, por haber sido pegabanderas en una campaña electoral, y don Hernán, buen amigo de la UCR, llamaba al aeropuerto, les decía que el rector se había quejado de nuevo y acto seguido la víctima era “liberada”, aunque no siempre le devolvían el diabólico material requisado. Un universitario me aseguró haber perdido, de pasada, algunas “pornonovelas” francesas.








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