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Misterio

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Setiembre de 1984. El escritor húngaro Sándor Márai –36 años en el destierro y residente en California– anotaba en su diario: “Por primera vez en mi vida, un encuentro directo con un robot: el banco donde tengo mi cuenta corriente me ha enviado una tarjeta de plástico... Cuando quiero sacar dinero, tengo que introducir la tarjeta en una máquina incrustada en la pared del banco, y al cabo de unos segundos la cantidad solicitada cae en una bandeja metálica.... No se necesita firma ni comprobante alguno. El robot se ocupa de todo: en un momento comprueba la autenticidad de la tarjeta y, si hay saldo, entrega la cantidad y me da un papelito impreso donde consta el movimiento, además de informarme de cuánto dinero me queda en la cuenta. Un milagro espectral y aterrador”. Tal fue su reacción ante un avance técnico que hoy nos parece intrascendente.








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