El presidente Luis Guillermo Solís dice no estar interesado en saber quién es el autor del mensaje difundido el día previo a la manifestación de taxistas, con alarmantes anuncios de violencia. El mensaje de voz parece una advertencia del mandatario a familiares y allegados para que permanezcan en casa, a salvo de probables disturbios.
La Dirección de Inteligencia y Seguridad se sumó al desinterés y solo anunció una desganada investigación cuando dirigentes de los taxistas plantearon una denuncia ante el Ministerio Público, cuyos fiscales tampoco se manifestaron a favor de investigar de oficio. La Casa Presidencial desmintió que la voz fuera del presidente y calificó las informaciones al respecto como una distracción.
Los taxistas están interesados en esclarecer a quién pertenece la voz. Las advertencias probaron ser muy exageradas y quieren saber quién les atribuyó, a priori, la intención de incurrir en conductas subversivas. Tienen razón y es difícil comprender por qué a las autoridades no les interesa, también, dejar las cosas en claro.
Apenas hace falta señalar el riesgo para la seguridad nacional de un perfecto imitador del mandatario, dispuesto a hacerse pasar por él en circunstancias tan delicadas como la manifestación de taxistas. La suplantación de la identidad ajena es delito y su gravedad no puede ser negada cuando se hace para causar alarma y atizar un candente conflicto social.
El mensaje no es una broma. Sus intenciones, cualesquiera sean, son serias. Nada en él delata un animus jocandi. Sobran las razones para tomarlo, también, en serio, como lo hicieron los taxistas, cuyo buen juicio en este caso supera por mucho la actitud de las autoridades llamadas a velar por la seguridad pública y la preservación de la confianza en las instituciones.
Es difícil predecir si una investigación daría con el suplantador, pero un simple examen forense contribuiría a descartar que se trate de la voz del mandatario. La Casa Presidencial debería tener tanto interés en ese resultado como el demostrado por los taxistas en esclarecer el origen del mensaje.
Hay costarricenses convencidos de que se trata de la voz del presidente. Se preguntarán, entonces, por qué la información sobre posibles peligros el día de la manifestación se reservó para el círculo íntimo del mandatario. También pondrán en tela de juicio la veracidad de las informaciones salidas de la Casa Presidencial. La indiferencia del gobierno ante la grabación magnifica las sospechas.