A los políticos les encanta proponer ideas para resolver nuestros problemas, pero en muchas ocasiones el diseño de las políticas no es el adecuado o su aplicación es pobre. De ahí que la acción estatal suele estar lejos de solucionar nuestros problemas, y más bien termina haciendo nuestra vida más difícil.
Como ejemplo, la restricción vehicular. La idea de quienes la propusieron era reducir las presas, el consumo de combustible y la contaminación restringiendo el ingreso de vehículos al casco central de San José según el número de placa. Aunque la intención de la regulación podía tener algún mérito, el diseño de la política no fue bueno. La medida no es eficaz ya que es relativamente fácil de eludir. Waze suministra rutas alternas e indica la ubicación de los tráficos para así evitar topárselos. Existe la alternativa de tomar un taxi o Uber, o incluso de pedirle al cónyuge o algún familiar un carro prestado con placa permitida por el día.
Al final, la gente llega a su destino aunque sea gastando recursos adicionales. Mientras no exista un buen sistema de transporte público que pueda ser utilizado por los que tienen vehículo, como una alternativa real para ingresar al centro de la ciudad, este tipo de regulación no será una buena solución ni para las presas, ni para la contaminación.
Aunque uno piense que la regulación es buena, su aplicación deja mucho que desear. Un día de estos iba por el paseo Colón. Me puse a contar los vehículos que incumplían la restricción: uno, dos, tres… siete, y ningún tráfico a la vista. De repente, aparecen uno, dos, tres… siete tráficos, todos alrededor de un furgón parqueado a la orilla de la calle. Ninguno poniendo partes por incumplimiento de la restricción vehicular.
Mi primer pensamiento fue lo poco eficiente que es tener siete oficiales de tránsito atendiendo a un solo supuesto infractor. Es un ejemplo típico del pésimo uso que muchas veces se les da a los escasos recursos del Estado. Luego se andan quejando que no alcanza la plata; además, es otro ejemplo de cómo los políticos nos han ido llenando de leyes y regulaciones. Muchas de ellas malas, muchas otras mal aplicadas. Muchísimas que no cumplen con la intención original. Al final lo que nos queda son promesas incumplidas, costos agregados y menos calidad de vida.