Primero el rumor, deslizado desde un amarillista periódico londinense: Lisa Presley embarazada !por Michael Jackson!
Tras él, un desmentido, al que siguió el lanzamiento de Scream (grito), un alucinante video-clip en que el cantante y su hermana Janet, envueltos por la parafernalia high tech, recrean con fabulosas contorsiones y mediocres voces sus más recientes y traumáticas experiencias.
Luego, anteanoche, una entrevista con Diana Sawyer, una de las mejor pagadas periodistas (?o celebridades?) norteamericanas, desde los estudios de la Sony y por la cadena ABC, con preguntas blandas y propicias para reactivar la chismografía más tentadora.
Y, finalmente, preparado el terreno de la avidez, la gran premiere mundial: dos discos, una cinta de diez cortometrajes y un libro.
Bienvenidos a un ejemplo típico de la gran economía postindustrial, en la que el símbolo es el producto, el mundo es el mercado, los hechos se fabrican y conciertan hasta en su ocurrencia casual, la ficción se funde con la realidad, y la distinción entre el que informa y el que actúa se diluye con el trasfondo de alianzas corporativas.
Michael Jackson, como productor y producto, celebridad y víctima, héroe y antihéroe, millonario y mendigo, es uno de los más típicos representantes de este fenómeno que, nos cautive u ofenda, es parte de nuestra realidad. De él son principales blancos los jóvenes, pero su simbología y temperamento alcanzan a toda la sociedad. Obligan, por ello, a un constante ejercicio de reflexión.
De él deben salir no corrientes de control y censura que transformen la confusión en rigidez, sino actitudes críticas que nos permitan manejar esta realidad sin caer en sus trampas.