La nueva terapia, dice el New York Times, “entrena” a las células del paciente para que reconozcan y ataquen el cáncer. Así, el propio organismo, no agentes externos, genera y aplica su medicina. Aunque existen efectos secundarios –algunos muy severos–, su potencial es enorme.
¿Qué tiene que ver todo esto con el BCR, sus prácticas, posibles conflictos de interés, eventual tráfico de influencias y, sobre todo, el diseño y desempeño organizacional que los propicia en la banca pública ? Como analogía, mucho.
Nuestro sistema institucional es un gran ente vivo; la banca estatal, un subsistema. Sus actores pueden equipararse a “células” en constante interacción, entre ellas o con agentes externos. La mayoría se mantiene inmune ante los males de corrupción, ineptitud o ligereza; otras ingresan al organismo ya maleadas, y otras más se contaminan dentro. Para combatir las enfermedades que desencadenan, hemos diseñado complejos controles externos; sin embargo, como la radiación o la quimioterapia, no son perfectos; peor aún, generan agudas secuelas; en entre ellas, trabas y parálisis.
Bienvenida, entonces, la inmunoterapia institucional como posible solución. Se trataría, en esencia, de modificar los procedimientos de operación y selección de “células”, para que, al ingresar al sistema, sean agentes terapéuticos, no cancerígenos, y estén entrenadas para identificar y doblegar a estos últimos. En el caso de la directiva del BCR, parece que ocurrió lo contrario: una metástasis virulenta. Ante ella se impone la sustitución celular masiva. Sin embargo, a menos que la banca estatal se someta a una terapia estructural de largo plazo, seguirán las funestas remisiones.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).