¿Cómo sería el paraje donde está ahora el Parque Central de San José hace quinientos años? ¿Una selva impenetrable o, quizá, una milpa? ¿Cómo sería el camino de Barva a Cartago, ya más recientemente, al final de la época colonial? ¿Un trillo lodoso y solitario o un caminito muy concurrido entre parches boscosos?
Y la gente, ¿cómo sería? ¿Esmirriada, bajita, sin dientes, maloliente?, pues en esa época creían que bañarse mucho era malo. ¿Podríamos entender hoy lo que hablaban entre ellos? ¿Cómo eran tratados los esclavos de la época?
¿Cómo sería Cartago el día que llegó la noticia de la independencia? ¿Un villorrio mustio, que siguió en sus afanes cotidianos sin darse cuenta de que ya no eran súbditos del Imperio español? ¿O se arremolinaron los vecinos en la plaza, inquietos, cuando la noticia corrió? ¿A quién importó, en verdad?
Uno tiende a ver el pasado como una secuencia de acontecimientos que se fueron acoplando unos con otros hasta formar la historia que nos condujo irremisiblemente hasta nuestro presente. Y que el futuro es una proyección del presente. Se nos olvida que, siempre, y a cada momento, otras opciones estaban abiertas.
Fácilmente, las cosas pudieron haber sido distintas a como fueron. En 1823, Cartago pudo haber derrotado a San José y Alajuela en Ochomogo y los filibusteros tuvieron buen chance de derrotarnos en la Batalla de Rivas.
Tan abierta es la historia como lo es nuestro presente. Nosotros, inquilinos temporales en este valle de lágrimas, no pensamos que el futuro está predeterminado, sino que está en nuestras manos forjar lo que sigue.
No encuentro respuestas sencillas cuando pienso cómo hizo una sociedad de analfabetos malnutridos e ignorantes, presos de un mundo de supercherías, para sentar las bases de una República que, casi dos siglos después, ha llegado a ser un Estado nacional.
¿Por qué no nos despeñamos por una senda de guerras y sangre derramada? ¿Fue guaba, visión o pereza? ¿Por qué fuimos construyendo, de manera nada lineal, con avances y retrocesos, un país que hoy por hoy, y pese a sus grandes problemas, destaca en el concierto de América Latina?
Celebrar un año más de vida independiente es, para mí, tiempo para estas reflexiones por una razón elemental. Además de los faroles y desfiles, me pregunto si la aventura de Costa Rica como república está apenas empezando o está en su ocaso. Los rituales no bastan para calmar esta duda.