Nos une el deseo de dejar huella. Para algunos será la formación de los hijos, para otros la contribución en el trabajo, el arte o la literatura. No hay recetas únicas, sino el común denominador de dar significado a nuestro efímero paso por esta vida.
En el caso de don Alfonso Carro, excelso jurista, diputado en dos legislaturas, exministro, y querido profesor en la cátedra de Teoría del derecho, deja además de una distinguida y honorable familia, el gran legado de haber sido el fundador del Instituto Nacional de Aprendizaje.
Como ministro de Trabajo (1962-1966) entendió los desafíos y necesidades de mejora de nuestra productividad, en un retador entorno de transición que requería un modelo de producción más sofisticado producto de la integración económica centroamericana.
Según se menciona en las discusiones para la aprobación de la ley fundacional 3.506 del 21 mayo de 1965, estábamos en una Costa Rica en la que solo el 10% de los jóvenes concluía la educación media, de ahí la visión y trascendencia de crear un ente que promoviera la capacitación y formación laboral.
Encomiable también fue cómo se convenció al sector productivo, con el apoyo de la Cámara de Industrias, un aliado estratégico, y logró aprobarse como fuente de financiamiento la contribución de un 1,5% de las planillas de las empresas y del sector público.
Hoy como ayer, nos encontramos en un entorno de transición y nuevas realidades que demandan la sofisticación de nuestra población trabajadora (PEA). Si bien de 1993 al 2013 la escolaridad promedio se incrementó de 7,8 a 9,4 años lo cierto es que tan solo el 44% de la población cuenta con secundaria completa.
Existen, además, según el Estado de la Nación, importantes y crecientes brechas en ingresos entre los trabajadores de la “vieja economía” y aquellos que sí tienen la capacitación media o alta para insertarse en los sectores más dinámicos de la economía, una creciente preocupación social que debemos abordar.
Si bien el norte nacional debe apuntar a que la totalidad de los jóvenes concluyan la educación secundaria, con lo cual podríamos reducir en un 50% la pobreza y pobreza extrema, lo cierto es que en tanto se logre, hay que dar oportunidades de mejora a esos 6 de cada 10 costarricenses que no han terminado el colegio, de ahí la importancia de reconocer que hoy como ayer, el INA es un baluarte de desarrollo y movilidad social. ¡Gracias don Alfonso!
(*) Nuria Marín Raventós es licenciada en Derecho por la Universidad de Costa Rica y máster en Artes liberales por Harvard University. Es cofundadora y vicepresidenta del grupo empresarial Álvarez y Marín Corporación.